Buenas tardes letrad@s sentad@s,
Hoy estrenamos el año 2021 con un post el cual estará relacionado con un tema que se trabaja mucho en Mediación, pero que también podríamos aplicar por extensión en el mundo de la abogacía o de cualquier relación profesional en la que hallamos intereses contrapuestos que puedan ocasionar problemas o conflictos.
Así pues…
¡¡Arranquemos el Post número 1 del 2021!!
La materia abordará el poder que tienen las partes en un proceso de Mediación pero que también se puede traducir en una negociación, juicio, reunión, etc… y que guarda una relación directa con dos principios aplicables tanto en mediación como en derecho, y que son, la imparcialidad y la neutralidad.
Durante el transcurso de los procesos de negociación (en cualquier faceta que tratemos) generalmente advertimos que se da un desequilibrio de poder entre las partes que se encuentran en la mesa, lo que en consecuencia provoca que una parte se vea como la más fuerte o consolidada y la otra como la más débil y apartada. Este poder puede ser observado como potencial, definido como aquel que tiene la posibilidad de ejecutar una persona, reconociendo dicha capacidad la otra parte y sin necesidad de ser ejecutado, y el real que resulta como aquel que aplica de forma efectiva la persona percibida con más poder de la relación.
La parte débil se verá altamente perjudicada, porque no podrá abrirse, explicarse o mostrar cuáles son sus sentimientos y emociones que la han llevado a encontrarse en este momento de discusión, así como tampoco podrá trabajar el diálogo activo de sus propios intereses por no reconocerse como parte legítima en el proceso. De forma paralela, la parte más fuerte tendrá más facilidad y beneficios en trabajar sus intereses aportados sobre la mesa, así como la parte más emocional de la controversia.
Esta situación debe ser apreciada con mucha cautela por el tercero que dirija la resolución del conflicto, dado que deberá corregir lo anterior y reequilibrar los poderes de las partes dejando la balanza equilibrada, sin que haya ventajas ni afectaciones para ninguno de los actores del conflicto.
Hasta aquí la teoría parece fácil, pero la práctica más complicada, agrandando el problema cuando el tercero debe redirigir esa injusticia de poder, dado que deberemos inclinarnos o ayudar más a una de las partes, lo que pone en duda el respeto de los principios de imparcialidad y neutralidad, en el sentido estricto de su palabra.
«El poder se convierte en virtud cuando se pone al servicio de los demás.»
Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Presidente de México.
Por un lado, la neutralidad puede ser concebida como el propósito “de evitar que nuestros sentimientos nos puedan influenciar en el proceso” (Poyatos García, 2003, p. 91). Si hacemos un análisis estricto de la definición no habría ningún tercero que cumpliera con los requisitos de este principio, dado que somos seres humanos que sufrimos emociones, tenemos sentimientos y ello nos hace conjuntar un perfil como persona. ¿Entonces debemos limitar el proceso y dejar que prevalezca el principio por encima de todo? Para nada, pero debemos interpretar dicho principio como aquel que pueda desvirtuar el proceso, sin influir ni condicionar las libertades de las partes para llegar a un posible acuerdo. En conclusión, habrá que diferenciar el requisito de “ser” neutral del de “mantenerse” neutral, siendo el primero un límite y el segundo una interpretación aplicable a la realidad y lógica del ser humano.
Por otro lado, la imparcialidad implica no actuar a favor o en beneficio de una de las partes. En este sentido sucedería algo similar a lo anterior, pero que para su resolución añadiría a la definición aportada que encuentra su excepción cuando se dé la gestión del poder que el mediador crea oportuna. En este sentido y para solucionar también este extremo debe darse un apoyo total al término de la multiparcialidad, ya que entabla puentes con todas las partes del procedimiento, hecho que hace nacer la cooperación, la empatía y/o la confianza con cada una de ellas y así conseguir engranar un diálogo efectivo para que se sientan comprendidas y escuchadas de forma activa, dando un resultado de equilibro de poder en la que todos y todas se encuentran legitimados para ser parte en el proceso.

Por lo que, si damos pleno cumplimiento a lo argumentado, el tercero que dirija el proceso tendrá mucho ganado porque habrá conseguido no excluir a nadie en el proceso y hará partícipes a las partes con un poder equilibrado o con una situación de poder que él entienda conveniente para el desarrollo del proceso. Pero, por otra parte, no podemos olvidar que este tercero director también ejerce un poder que a nivel potencial o real es interpretado por los actores de la mesa de negociación como superior, estará causando el efecto contrario intencionado, perjudicando la labor que quiere conseguir, por lo que el análisis, la reflexión y la interpretación deberán ser constantes en todo momento para tener la balanza en el nivel que queramos disponer, y siempre respetando la necesaria y preceptiva ética profesional.
En conclusión, el tercero que dirija el proceso deberá tener unas capacidades y facultades que le permitan interpretar, percibir y analizar lo argumentado, porque el poder y sus características no tan solo se limitan a las partes confrontadas, sino que también deberá hacerse un autoestudio sobre el uso de su poder, el cual podría ser interpretado por los actores de forma negativa. A la vez, vemos que los principios de imparcialidad y neutralidad no se vulneran cuando apoyamos a la parte más débil de la mesa de diálogo, dado que el fin es entablar una situación de equilibrio y no beneficiar a esa persona o buscar el perjuicio del otro actor o actora, sino que es un objetivo legítimo que obedece a la lógica de todo proceso extrajudicial y pacífico.
Así las cosas, cuando nos encontremos en reuniones que existan intereses contrapuestos, o dirijamos la resolución de conflictos habrá que tener esa capacidad de estudio y análisis sobre los actores que se encuentran en la mesa para buscar el pacifismo y la cooperación entre ellos y así dar con una solución satisfactoria para todos los presentes.